Diego Torres de Villarroel, catedrático de Matemáticas y otros oficios.
Traemos por aquí a un autor muy especial. Se trata de Diego Torres Villarroel (1694, 1770), salmantino, escritor, poeta, dramaturgo, sacerdote y –ahí es nada- catedrático de Matemáticas de la Universidad de Salamanca.
Con una juventud azarosa y errante, pasó hambre y robó para eludirla y aprendió técnicas de supervivencia dignas de todo un ladronzuelo del Siglo de Oro español. Artífice del rebrote de la novela picaresca, su contacto con las Matemáticas y la Geometría se produce a los 20 años, cuando en aquel tiempo el estudio de estas ciencias se relacionaban con la brujería. El libro Astrolabium de Clavius y el Tratado de la esfera de Johannes de Sacrobosco le acercaron a la astrología y a las matemáticas. Se le concede la cátedra de Matemáticas –llevaba vacante 30 años-, aún admitiendo que sus conocimiento eran mínimos, pero superando el examen. Otra de su ocupaciones fueron la Astrología, la Medicina y las profecías -de ahí el nombre El gran Piscator de Salamanca-, de las que obtiene aciertos como la muerte del rey, joven, Luis I; el motín de Esquilache o el vaticinio sobre la Revolución Francesa que dejamos en este poema con tintes matemáticos:
Cuando los mil contarás,
mísera Francia, te espera
con los trescientos doblados
tu calamidad postrera
y cincuenta duplicados,
con tu Rey y tu Delfín,
con los nueve dieces más,
y tendrá entonces su fin
entonces, tú lo verás,
tu mayor gloria primera.
Si hacemos los cálculos que nos induce el poema tenemos: , justamente el año en que Francia está inmersa en plena ebullición de la revolución –y él lo “predice” más de veinte años antes-.
Describe en estos sonetos los males de la Universidad, que como vemos ahora se han perpetuado en el tiempo, incluso empeorando:
Sus últimos versos del soneto: No hay opinión, ni conclusión segura/ luego es en el hombre toda ciencia/presunción, vanidad y conjetura; son además de una clarividencia extraordinaria, de un acierto mayúsculo. No fue un hombre de ciencia, porque su dispersión en múltiples menesteres le impidió haber sobresalido. De haberse dedicado por entero a la Ciencia, habríamos tenido un importante genio en ese siglo XVII tan oscuro. Se le atribuye la frase: “Las matemáticas, la música y la poesía se las doy a cualquiera, me quedaré con las zurrapas astrológicas que me dan de comer”. Lo que certifica su relación con la ciencia, que fue más bien escasa.
En este último poema –quintilla destinada a los Reyes- lo dice bien claro también:
…/…Yo allá en una escuela estaba/
y una cátedra os servía/
pero tan mal lo pasaba/
que aunque a muchos presidía/
ninguno me sustentaba… /….
En estas páginas www.cervantesvirtual.com pueden ver más de su obra -para leerla o descargarla- y biografía. Sin duda personaje controvertido, fruto de una España decadente y alejada del saber y del progreso científico y cultural. AMJ
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