Relacionando geométricamente los distintos ritmos de palmas de los siete palos flamencos se ha llegado a la conclusión de que el silencio alargao, ese que tanto embriaga a aficionados y puristas, y que se da en las bulerías y las bulerías por soleá y soleares, es matemáticamente el patrón del Cante. 

             

Que las matemáticas son necesarias para bandearse medianamente en este mundo de números ya lo sabíamos. Aunque lo que no podía imaginar un servidor de ustedes es que fueran necesarias para entender ciertos entresijos del flamenco. Les explico. Imagínense, por darle el tono solemne e histórico que se merece el cante jondo, que nos trasponemos de la mano del escritor español José Cadalso a la juerga gitana que, como uno de los primeros vestigios escritos del origen del flamenco, se narra en la obra Cartas marruecas (1774) y en la que el Tío Gregorio y su parentela amenizan la velada a los invitados de su señorito, a la sazón, un terrateniente de la sierra de Cádiz. Para los que seguimos este arte en el que la voz sofoca de nobleza a la más oscura profundidad del alma, no nos cuesta imaginar como en aquel cortijo, fandangos, soleás, bulerías, seguiriyas, guajiras… hacían encaje de bolillos con la noche gaditana al son de palmas y guitarras: estrellas, acordes, palmeos, ayes, quejios, lerelereles... y, según un reciente estudio del profesor de Matemática Aplicada de la Universidad de Sevilla, Díaz-Bañez, mucha matemática. Y es que este científico, relacionando geométricamente los distintos ritmos de palmas de los siete palos flamencos ha llegado a la conclusión de que el silencio alargao, ese que tanto embriaga a aficionados y puristas, y que se da en las bulerías y las bulerías por soleá y soleares, es matemáticamente el patrón del Cante. Anda que si Sabicas, flamenco de cuerdas y revolución, levantara la cabeza… él que decía que "un hombre no llega a conocer el flamenco ni en toda su vida". Y es que para matemáticas… estas de Moreno Galván, con actualidad: “Mala cara tiene el paro/ y na buena la sequía, / y entre la Marta y María/ estamos pasando un mal trago. / Porque un hombre sin trabajo/ es un hombre sin destino, / que se le ha torcío el sino/ y no lo dejan de andá/ ni p´alante ni p´atras…”.