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La esfera de Maurice Riordan, homenaje a Eratóstenes.

        

Maurice Riordan es un poeta, traductor y editor  irlandés, nacido en el condado de Cork, que ha escrito muchos poemas sobre ciencia. Entre ellos ha colaborado en una antología de poesía ecológica, Poemas sobre Ciencia en el año 2000 y al alimón con un astrónomo, Materia oscura en 2008. Del libro Foods le traemos el poema La esfera, que pueden leer en versión original aquí, o el que les dejo en la traducción de López Beltrán y P. Serrano:

La esfera

¿Para qué enredarse en palabras?
Antes de la creación ya existía la geometría.
(Kepler)

En tiempos en que hacerlo —cuando imaginar el mundo
como una esfera colgando de los cielos — era indicio
de pertenecer a una secta, Eratóstenes calculó
la circunferencia de la tierra: una cifra que sobreviviría
incendios y tumultos, recesiones de varios
siglos, y que llegó a Colón como un susurro
(quien si no lo hubiese creído no habría zarpado).

De algo debió servir que Eratóstenes fuese el Bibliotecario
de Alejandría, que Alejandría se hallase
en el delta del Nilo, que el Nilo fuese en línea recta
hacia el sur a través de la arena hasta llegar a Siena
donde —había leído el bibliotecario— a mitad del verano
el sol de mediodía no proyecta sombra alguna, sino que hunde su fulgor
hasta el fondo del pozo, incendiándolo como una antorcha
—como si la naturaleza y la historia hubiesen ideado
una vasta figura euclidiana, el Museion
(y él mismo) en uno de sus puntos: los cimientos
de un cálculo que expandió el plano más allá
de lo que cualquier emperador pudiera soñar, y que casi
fue verdad cuando se vio a la tierra parsimoniosamente
girar en el espacio como una pelota de agua.

¿Adoraba Eratóstenes al sol y al río?
¿Temía al duende del pantano, al etéreo genio?
Cuando se asomaba desde el puerto y veía del otro lado
la curvatura del agua, la inclinación del faro, cuando año tras año
al estirar y aceitar sus pergaminos, desplegaba
sus roídos teoremas, ¿especulaba solamente?
¿O veía en ellos la sombra de una firma?

 

Ya hemos traído en otras ocasiones por aquí a Eratóstenes(Véanlo en Dibujos animados), pero no nos resistimos a volver a contar un poco la historia del poema(Pueden ver también el blog Establopegaso, que me ha servido para iniciar la entrada, y que tiene otra traducción distinta del poema). Eratóstenes era originario de Cirene, ciudad griega  situada en la actual Libia, fue el tercer bibliotecario de la famosa Alejandría(Vean nuestra completísima entrada sobre la Ciencia en Alejandría) y, como científico que era, leyó todo lo que tenía a mano en aquella cuna del saber y supo que en una ciudad del sur de Egipto: Siena(la actual Asuán) durante el solsticio de verano, a mediodía, el Sol se reflejaba en las aguas de un pozo, por muy profundo que fuese, y los árboles u otros objetos no producían sombra alguna. Es decir, los rayos del  Sol cuando estaba el cénit -mediodía-, caían perpendicularmente sobre la Tierra, y además, por la lejanía del Sol, caín paralelamente sobre la Tierra. Pero eso no era únicamente lo importante. En Alejandría no pasaba lo mismo. Rápidamente, una mente privilegiada, como la de Eratóstenes dedujo lo impensable en aquellos tiempos -motivo de herejía y más-: la Tierra no era plana. Era redonda y se puso a calcular el radio de la Tierra. Y claro que lo calculó. Según las equivalencias de las medidas -estadios- del antiguo Egipto esa medida estaría entre 6286 y 6366 kilómetros. Hoy está admitido que el radio es 6371 kilómetros. Y todo ello en el año 276 a. C.  y las únicas herramienta eran: cerebro, pies, palos y ojos; pero mucho cerebro. Sin nada  más. Un grande que quedó casi en el olvido salvo por su famosa "criba de los números primos". Lógico, a todos los poderes les interesó siempre olvidar a los que postulaban algo distinto del oficialismo. Desde aquí lo reivindicamos con este poema. AMJ


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