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Ha muerto Gabriel García Márquez, genio de la Literatura Universal.


Ha muerto Gabriel García Márquez, genio de la literatura universal. Nacido en Aracataca en 1927, ha muerto en México el pasado 17 de Abril, uno de los más grandes escritores en lengua castellana de todos los tiempos. Novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano fue Premio Nobel de Literatura en 1982. El realismo mágico –cuya obra cumbre es Cien años de soledad- lo elevó a la cima de la Literatura mundial. Obras como  El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera o El General en su laberinto forman parte de una obra inmensa, con una prosa irrepetible, acompañada de una multitud de premios y reconocimientos. Su postura de acercamiento y amistad con el líder cubano Fidel Castro creó controversias entre sus seguidores. Mejor que nosotros, son sus compañeros, pensadores, escritores y periodistas, con los que enlazamos, que ensalzan su obra: William Ospina , Juan Cruz (La mirada infinita y Cien años y tres días de soledad ), Ángeles Mastreta( Nube viajera); Almudena Grandes (Gabo, aquel 7 de Mayo), Fernando Iwasaki (El mundo de Gabo) y Especial en El País   y Especial en El Mundo.

 Nosotros, desde este blog, le homenajeamos con unos breves textos donde las matemáticas y la ciencia son narradas con una pulcritud exquisita. Veamos:

 En Cien años de soledad escribió: 

.../...De su puño y letra escribió una apretada síntesis de los estudios del monje Hermann, que dejó a su disposición para que pudiera servirse del astrolabio, la brújula y el sextante. José Arcadio Buendía pasó los largos meses de lluvia encerrado en un cuartito que construyó en el fondo de la casa para que nadie perturbara sus experimentos. Habiendo abandonado por completo las obligaciones domésticas, permaneció noches enteras en el patio vigilando el curso de los astros, y estuvo a punto de contraer una insolación por tratar de establecer un método exacto para encontrar el mediodía. Cuando se hizo experto en el uso y manejo de sus instrumentos, tuvo una noción del espacio que le permitió navegar por mares incógnitos, visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos, sin necesidad de abandonar su gabinete. .../...

 En Diálogo del espejo (1949) escribió

 .../...Sobre la cinta de cuero se levantó llenando de cortantes orillas, de helados metales; y la nube -desvanecida ya- le mostró de nuevo la otra cara, turbia de complicaciones físicas, de leyes matemáticas, en las que la geometría in­tentaba una nueva manera de volumen, una for­ma concreta de la luz. Allí, frente a él, estaba el rostro, con pulso, con latidos de su propia presencia, transfigurado en un gesto, que era simultáneamente, una seriedad sonriente y bur­lona, asomada al otro cristal húmedo que ha­bía dejado la condensación del vapor. .../...


 Y en sus memorias, volumen1 –infancia y juventud  hasta el matrimonio- , de Vivir para contarla (2002)  donde traza su negación para la ciencia matemática y lo explica así de bien:

 Este ambiente sólo era posible por la clase de maestros que en general permitían una fácil relación personal. Nuestro profesor de matemáticas, con su sabiduría y su áspero sentido del humor, convertía las clases en una fiesta temible. Se llamaba Joaquín Giraldo Santa y fue el primer colombiano que obtuvo el título de doctor en matemáticas. Para desdicha mía, y a pesar de mis grandes esfuerzos y los suyos, nunca logré integrarme a su clase. Solía decirse entonces que las vocaciones poéticas interferían con las matemáticas, y uno terminaba no sólo por creerlo, sino por naufragar en ellas. La geometría fue más compasiva tal vez por obra y gracia de su prestigio literario. La aritmética, por el contrario, se comportaba con una simplicidad hostil. Todavía hoy, para hacer una suma mental, tengo que desbaratar los números en sus componentes más fáciles, en especial el siete y el nueve, cuyas tablas no pude nunca memorizar. De modo que para sumar siete y cuatro le quito dos al siete, sumo el cuatro al cinco que me queda y al final vuelvo a sumar el dos: ¡once! La multiplicación me falló siempre porque nunca pude recordar los números que llevaba en la memoria. Al álgebra le dediqué mis mejores ánimos, no sólo por respeto a su estirpe clásica sino por mi cariño y mi terror al maestro. Fue inútil. Me reprobaron en cada trimestre, la rehabilité dos veces y la perdí en otra tentativa ilícita que me concedieron por caridad.

 

 


  Este inventor fabuloso –de fábulas-, comprometido políticamente, tierno y sencillo –“Yo sólo vivo para que me quieran mis amigos”- ha dejado este mundo, pero su obra nos acompañará siempre. Descanse en paz. AMJ 



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