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Matemolivares

Conceptos matemáticos en la obra de Milan Kundera.

Milan Kundera es un escritor checo (Brno,1929) con residencia y pasaporte franceses.  De afiliación comunista fue expulsado del partido en 1948 por tendencia individualista (sic). Estudia Literatura y más tarde cine en Praga. Se afilia de nuevo al Partido  y es expulsado definitivamente en 1970 por sus críticas al totalitarismo del régimen. Sus obras fueron prohibidas y lo pasó mal hasta poder emigrar a Francia en 1975, donde enseñó literatura.

 Fue premiado en multitud de ocasiones y en 1984 publica La insoportable levedad del ser, su novela cumbre y  de gran éxito a nivel mundial. Ha publicado libros, cuentos, ensayos, teatro y poesía, y lo traemos aquí a este blog por sus incursiones en el mundo de la ciencia. Veámoslo.

 La lentitud     es una novela de 1995, de trama lenta, como su nombre indica. De él extraemos el párrafo:

Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de lo más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso.

Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él.

En la matemática existencial, esta experiencia adquiere la forma de dos ecuaciones elementales: el grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido.”

La ignorancia (año 2000)   narra  la historia de dos personajes que huyen del comunismo y se reencuentran de vuelta en la República Checa. Los recuerdos que albergan de lo vivido comúnmente son distintos, al igual que sus perspectivas vitales. En el capítulo 22 nos habla de la paradoja  matemática de la ignorancia, en el siguiente párrafo:

“Cuanto mayor es el tiempo que hemos dejado atrás, más irresistible es la voz que nos incita al regreso. Esta sentencia parece un lugar común, sin embargo es falsa. El ser humano envejece, el final se acerca, cada instante pasa a ser siempre más apreciado y ya no queda tiempo que perder con recuerdos. Hay que comprender la paradoja matemática de la nostalgia: ésta se manifiesta con más fuerza en la primera juventud, cuando el volumen de la vida pasada es todavía insignificante”.

Tampoco la memoria es comprensible sin un acercamiento matemático. El dato fundamental radica en la relación numérica entre el tiempo de la vida vivida y el tiempo de la vida almacenada en la memoria. Nunca hemos intentado calcular esta relación y, por otra parte, no disponemos de ningún medio técnico para hacerlo; no obstante, sin grandes riesgos de equivocarme, puedo suponer que la memoria no conserva sino una millonésima, una milmillonésima, o sea una parcela muy ínfima, de la vida vivida. Esto también forma parte de la esencia misma del hombre. Si alguien pudiera conservar en su memoria todo lo que ha vivido, si pudiera evocar cuando quisiera cualquier fragmento de su pasado, no tendría nada que ver con un ser humano: ni sus amores, ni sus amistades, ni sus odios, ni su facultad de perdonar o de vengarse se parecerían a los nuestros”.

 También en el capítulo 36 tenemos un párrafo que vuelve a incidir sobre el volumen almacenado en la memoria:

“…se esforzó en revivir la imagen de su mujer, pero le afligió la indigencia del resultado. Ella tenía una decena de sonrisas distintas. Obligó a su imaginación a redibujarlas. Fracasó en el intento. Tenía un don para las réplicas graciosas y rápidas que le encantaban. No fue capaz de evocar ni una. Un día se preguntó: si reuniera uno a uno los pocos recuerdos que le quedaban de su vida en común, ¿cuánto tiempo sumarían? ¿Un minuto? ¿Dos minutos?

Éste es otro enigma de la memoria, aún más fundamental que todos los demás: ¿puede medirse el volumen temporal de los recuerdos? ¿Acaso se desarrollan en una duración?”

 La inmortalidad (1988) es una novela en la que Kundera pontifica de la trascendencia del ser, de la belleza, de la casualidad (“el azar” forma parte de su obra), el arte,… En uno de sus fragmentos nos encontramos con la matemática existencial:

-(...) No hace mucho tiempo iba por una calle totalmente insignificante de París y me encontré con una mujer de Hamburgo a la que hacía veinticinco años veía casi a diario y a la que luego perdí completamente de vista. Iba por esa calle sólo porque había bajado del metro por error una estación antes. Y ella había venido a pasar tres días en París y se había perdido. ¡Nuestro encuentro tenía una probabilidad en un millón!
-¿Cuál es tu método para calcular la probabilidad de los encuentros entre las personas?
-¿Tú conoces algún método?
-No. Y lo lamento -dije-. Es curioso, pero la vida humana nunca ha sido sometida a investigación matemática. Fijate por ejemplo en el tiempo. Desearía que existiese un método experimental que mediante electrodos fijos a la cabeza de la gente investigase el porcentaje de su vida que el hombre dedica a los recuerdos y el que dedica al futuro. Así conoceríamos quién es realmente el hombre en relación con el tiempo. Qué es el tiempo humano. Y seguro que podríamos determinar tres tipos básicos de hombre, según la forma de tiempo dominante en él. Y para volver a las casualidades ¿acaso podemos decir algo en serio sobre la casualidad en la vida sin una investigación matemática? Pero lamentablemente la matemática existencial no existe.
-La matemática existencial. Una idea excelente -dijo Avenarrus y se quedó pensativo. Luego añadió: En todo caso, se tratase de una posibilidad en un millón o de una posibilidad en un billón, el encuentro fue absolutamente improbable y precisamente en esa improbabilidad residía su valor. Porque la matemática existencial, que no existe, establecería probablemente la siguiente ecuación: el valor de una casualidad es igual a su tasa de improbabilidad.
-Encontrar inesperadamente en medio de París a una mujer hermosa a la que hacía años no veías... -dije recreándome en la idea.
-No sé por qué supones que era hermosa. Era la encargada de la guardarropía de la cervecería a la que yo iba todos los días y el club de jubilados le consiguió una excursión de tres días a París. Cuando nos reconocimos, nos miramos sin saber qué hacer. Casi con la desesperación que siente un niño sin piernas cuando gana en una tómbola una bicicleta. Como si los dos supiéramos que nos habían regalado una casualidad enormemente valiosa que, sin embargo, no nos iba a servir para nada. Nos parecía que alguien se estaba riendo de nosotros y a los dos nos daba vergüenza”.


  Hay más referencias en la obra de Milan Kundera a conceptos matemáticos. Su obra es una constante pregunta y un afán por responder las grandes cuestiones de la existencia humana. Siempre desde una perspectiva nueva, distinta,… Espero que les gusten los fragmentos escogidos. AMJ

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